Mis lienzos los construyo con madera, luego empieza el estuco a cubrirlo, ahora, espero explorar el diálogo entre la tierra y el cielo, lo tangible y lo etéreo. Quizás esta obra es un reflejo de mi exploración interna, una manifestación de mi búsqueda de comprensión y conexión.
Comienzo con el azul, el color del alma, del infinito. Los tonos claros invitan a un inicio suave, una apertura hacia la introspección, la calma en medio del caos. A medida que los azules se profundizan, nos sumergimos en las aguas más oscuras del espíritu, donde residen la sabiduría, la profundidad y la serenidad. El marrón, ese color terrenal, nos ancla. Es el suelo firme, el recordatorio de nuestras raíces, de nuestra conexión con la naturaleza y lo tangible. En mi obra, el marrón es la base, el inicio del viaje, el punto de partida que nos recuerda de dónde venimos. Y luego, el naranja. El destello de pasión, de energía creativa. Es el color de la transformación, del fuego interno que nos impulsa hacia adelante. En mi lienzo, el naranja es la chispa, el momento de iluminación, el impulso hacia la búsqueda de algo más grande.